A simple vista, se aprecia un punto blanco, pequeño, brillante y nacarado, que se infla cuando mama el bebé y se desinfla después, y que se acaba convirtiendo en un pellejo blanquecino, luego costra y luego se desprende. Todo ese proceso dura aproximadamente entre 5 y 7 días.
Duele mucho, como un escozor o quemazón agudo y penetrante.
La perla de leche puede ser de origen traumático (por ejemplo, cuando el bebé cierra la boca fuerte y tironea del pecho). Sabremos que se trata de una perla de origen traumático porque hay una causa-efecto: la perla surgió tras el traumatismo.
Se puede aplicar calor directamente en el pezón antes de la toma. Tomar antiinflamatorios (recetados por el médico) y tener paciencia.
Puede aparecer también, por alteración microbiana o infección del pecho. Al haber alteración o infección los conductos pueden llegar a inflamarse. Además, algunas bacterias crean capas que se adhieren en el interior de los conductos, ayudando aún más a que los conductos se obstruyan.
Las perlas de leche de origen bacteriano suelen ser profundas y afectar todo el conducto, de modo que lo que asoma “solo es la punta del iceberg“.
Lo más recomendable es acudir al centro de salud para que tomen muestras de la leche, hagan un cultivo y te receten el antibiótico más adecuado para tratar la infección.



